Indicadores de calidad de vida: una historia mal contada
Dando seguimiento al tema abordado la semana pasada, a través del cual reflexionamos acerca de las estadísticas y datos presentados por el ejecutivo estatal así como el sentido que les otorga para presentarnos como logros gubernamentales los resultados del comportamiento de indicadores de temas laborales y de empleo. En esta ocasión damos seguimiento al anuncio que destaca “Somos el estado con mejores indicadores de calidad de vida”

Esta afirmación se basa en el reporte de la OCDE que destaca al estado de Yucatán como uno de los estados con mejor desempeño en su índice global de calidad de vida, este índice pondera el comportamiento de indicadores de diferentes dimensiones de la calidad de vida. Le presentamos en tabla anexa los 11 indicadores que integran el índice, así como el desempeño de cada uno de ellos y la posición que ocupa nuestro estado en el ranking nacional.
En efecto como estado destacamos en 4 indicadores: menores tasa de homicidios, contaminación del aire, tasa de empleo y de desempleo, donde ocupamos los primeros lugares en el contexto nacional. Ninguno de estos cuatro aspectos son imputables a este gobierno: la tranquilidad que hoy gozamos las tenemos desde hace décadas, del empleo ya se ha tocado el tema en varias colaboraciones y como hemos apuntado, en este aspecto el problema es de calidad. Después, le siguen 4 indicadores en los que nuestro desempeño es de media tabla: la expectativa de vida, el hacinamiento, el ingreso per capita y el acceso a banda ancha, ocupando el lugar 6, 8, 17 y 18 respectivamente. Y por último hay tres indicadores donde ocupamos los últimos lugares en desempeño y son: la fuerza laboral con al menos educación secundaria, la contaminación del aire y la tasa de mortalidad. Está claro que si el gobierno quiere destacar en sus próximos informes avances en indicadores de calidad de vida deberá en serio formular e implementar políticas públicas de promoción de acceso a la tecnología (banda ancha), educativa para aumentar el nivel promedio de escolaridad y de salud pública para disminuir las tasa de mortalidad. Porque una cosa es segura, el asistencialismo potencial que se desprende de la distribución indiscriminada de tinacos, pinturas y pollitos no modificará estructuralmente el rostro de Yucatán y mucho menos puede influir en la calidad de vida de su ciudadanía.

